jueves, 7 de febrero de 2013

Algo que permanece.


Ese momento, en el que descubres que las cosas han cambiado por completo. Aquella canción que escuchabas y te hacía soñar, se ha vuelto diferente, ya no sientes lo mismo y parece que la melodía ha cambiado. Cuando eras pequeña y tu madre te decía esa frase tan típica de "si adivinas en qué mano tengo una sorpresa, te la doy" y tras pensar unos segundos ansiosa por descubrir en la mano en la que estaba, no aciertas. Se ha vuelto todo diferente, ahora sabes perfectamente en la mano en la que se esconde esa sorpresa. Cosas tan inesperables como darte cuenta un sábado por la tarde que han cambiado de sitio los cajones de un pequeño mueble.
Pero siempre siguen habiendo cosas que no cambian, que jamás querrías que cambiasen, porque llegan a ser verdaderamente especiales. Oír su voz después de tanto tiempo y darte cuenta de que cuando llega a tus oídos, produce unos latidos en el corazón únicos, inolvidables, irrepetibles... Aquella mirada tan dulce en la que te fijabas, no ha cambiado en absoluto, sus ojos siguen transmitiendo esa calma que hace que te sientas como en casa. Tal vez las cosas no siempre fueran perfectas, pero fueron, fueron, estuvieron ahí, transcurrieron y todos aquellos echos que parecían separar, unían, hacían que te dieras cuenta de muchas cosas, demasiadas y que al final llegaras a la misma conclusión de siempre, quererle. Quererle como si no hubiera mañana, como si los días se fueran a acabar, pero quererle. Como siempre digo, hay cosas que nunca cambiarán y que en realidad, no queremos que cambien.

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