jueves, 25 de octubre de 2012

Rain and feels.

Hace tiempo, empecé a comprender que la delicadeza forma parte de la vida, que las personas o cosas pequeñas, aprenden a tener cierto valor si te das cuenta y que el ruido de la lluvia junto con melodías de piano son sonidos melancólicos que hacen palpitar el corazón de las personas más sensibles. Aprendemos a diario grandes cosas de las que nos damos cuenta con los años y a su vez, con los daños. Muchos creen que llorar es una pérdida de tiempo, innecesaria y que se podría vivir perfectamente sin ello y no se dan cuenta de que si no lloran, jamás madurarán y escarmentarán, porque es un gran remedio contra los males y un método de expresión sentimental. Gotitas que caen por las mejillas, van cargadas de transparencia dolorosa, tal vez porque los sentimientos no se pintan, ni se tocan, simplemente están ahí y de vez en cuando salen a la luz. También aprendemos que las personas a las que más despreciamos, son las que más necesitamos cuando nos sentimos solos, porque ellos son los únicos que saben calmarnos el miedo y conseguir que estemos calmados. Esa sensación tan inexplicable cuando de pronto, tienes siete años y has soñado que ese alguien a quien tanto quieres se muere, despiertas, vas a la habitación y ves que está ahí, durmiendo plácidamente, que respira, pero igual decides dormir junto a el porque temes que ese gran miedo que se ha apoderado de ti, vuelva a aparecer y en este caso, no sea solo un sueño. Y de repente, a medida que esa persona te abraza, notas como los latidos de tu corazón van a un ritmo normal, se sienten seguros y poco a poco caes en un profundo sueño.

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